viernes, 25 de marzo de 2011

Frente Al Mar

Sí que leo sobre pensamiento
entre líneas de un viento arraigado al silencio
que sopló para buscarme.
Máxima la tarde cayó
minimizando la tristeza y con aires de grandeza,
quedaron insectos los restos de un sol
voraz y sombrío.
Descalza en una esquina
mis manos
que no tocan
que no agarran
que no abrazan
lloriquearon de hastío.
Las gaviotas a la par
sobrevuelan mi techo en busca de refugio
con ojos ya consternados.
En la penumbra azul de una noche
de fiesta en el faro;
con peces danzando contra las olas,
con niños robando caracolas,
me senté frente al mar.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Septiembre

Si mi incertidumbre venidera
Sabe lo que me espera,
Mientras mi escueto yo reserva
Un suspiro que mis labios revelan
En la noche que te espera.

Se me cayeron los cielos de las manos
Y mirando por la ventana
Imagino amplios verdes y mares
Infinitos pinos y olivos.

¿Acaso el río ha volteado para ver cómo te marchas?

lunes, 6 de septiembre de 2010

Entre Mis Manos

Ya no roznaba el sol en esa tarde de abril que quise abrir la puerta
De hierro forjado, de picaporte almidonado.
Mis pies eran pequeños al igual que mis manos.
Maldicientes pesadumbres soslayadas
Asomando sus narices tempranamente.
No intenté forcejear con la surtida enjabonada
Haciendo resbalar mis horas del hermoso jardín de una infanta
Ni en el pedestal celestial de una santa
Ni en la terraza por la luna alumbrada
He quedado.
Mis ojos avecinaron graznidos pero nadie los oyó.

viernes, 27 de agosto de 2010

Que enfoca Mi Cielo

Levanto la mirada que enfoca mi cielo
Los pájaros que se bañan del aroma de pinos frescos
y ese canto que no calla
que se desangra por los rincones de mi cuerpo
el que se escucha aunque este de ruidos lo externo.
Lo oscuro queda a mis espaldas
lo nuevo es de color intenso.
Reconstruyo los pasos de tierra.
Renuevo los que me quedan
Para que no me crezca el pasto
y resbales cuando llueva.
Las ausencias, los temores, los fracasos
son las huellas de mis zapatos.
Los milagros los he enterrado
lo soñado que persiste
el lograrlo lo que vive.
Ligero se va el tiempo
corriendo carreras contra el reloj.
Que mi tiempo no se asemeje
a cansarle los pies al amor.
Justo ahora que esta en proceso de decantación.
No ahora que mi alma solidaria
le cierra las puertas al dolor.
Cuando esté cerca házmelo saber
Pues la oscuridad no me deja ver
Quien con alambres de púas rodea mi casa.
En el frente una vez planté
Un arbusto de hierbas altas
Para que no se note mi padecer.

Otra vez no sé si llega la mañana
O el sol que empieza a desaparecer
Húmedas las sábanas por añejas
Lágrimas que dejé correr.
Cubierto en el armario
El espíritu del amanecer
Por cristales rotos.

¿Qué pudiera el dolor hacer de mi?
Si se hace costumbre en mi vivir
Sombrías tardes y después me bebí
Los años vacíos del fin

Escuché una historia hace mucho
De cielos celestes
Y de estrellas al anochecer
Escuché también que nacían
Hasta en casas vacías
Las flores por doquier
Cuando cierran los museos
Esculturas de yeso verás mover
Hasta me dijeron, o tal vez me lo inventé
Que los sueños aún los más lejanos
Te despiertan para que puedas creer...

Albardilla

¿Qué tristeza reposa sobre el rostro de esta muchacha?
¿Qué tristeza se despliega al mirarla?
Sus ojos que alguna vez observaron no miran más que sus pies
Sus manos que alguna vez ansiaron regalos
Se aletargan en las tardes sin ocasos
Reposan las palomas en su tejado derruido
Un grito que se ahoga en un Paraíso muerto de sed
Ya no cierra su puerta y en el descanso permitido
Yacen 7 años de soledad que vio crecer
Ya no tienen ganas sus alas de buscar
Ya no emiten sonido sus labios
Ya no para de nevar

viernes, 2 de julio de 2010

El Amor y La Burocracia (Ensayo)

Las diferentes generaciones que a lo largo de los años fueron marcando un sendero a seguir, vivieron a la sombra de ciertos patrones de conducta y modelo preestablecido, impuestos por tecnócratas del momento. Patrones que aún rigen imperiosos y firmes.

Nuestro involucre a cierta actividad evocativa es innata a nuestro ser. Desde que uno es niño se nos pregunta qué es lo que queremos ser cuando seamos grandes. Y desde esa inocencia y desconocimiento de lo que realmente conlleva una profesión, decimos: “Quiero ser maestra”.

La madurez y la experiencia nos van formando como personas y nos conduce a lo que queremos ser en realidad. El querer ser aflora desde un sentimiento, el amor y la pasión por cierta actividad, que proyectamos para el resto de nuestras vidas.

Esta carga de emotividad no siempre convive con el entorno. Y con frecuencia nos apartamos de nuestro “querer ser”, por cuestiones de adaptación social, que en ocasiones son de carácter obligatorio. Condiciona parte de nuestra actividad y nos conduce a pensar en ella y no tanto a sentirla. Un ejemplo muy común es especular si esa actividad nos dará frutos económicos o no; y desde ese foco la adoptamos o la reemplazamos por otra. No aprobamos este discurso pero nos adaptamos a los cambios. Aunque lejos se esté del ideal.

El modo de subsistencia, lo que nos dará de comer en el futuro; trata de no perder el énfasis de su elección. Pero en varias oportunidades se ve opacado por regímenes paradójicos que desobedecen al desarrollo natural de la tarea, no para educarlo sino para limitarlo o en muchos de los casos para modificarlos.

Y entre ese impase de seguir nuestro corazón y abordar al futuro lo más limpio posible, nos enfrentamos obsecuentemente a la frivolidad del sistema propiamente denominado burocracia. La originalidad del concepto propio, lo que decidimos ser, no concuerda muchas veces con la versatilidad del concepto pre impuesto.

La tecnocracia vaticina la degradación de la actividad adoptada. La rigidez en sus partes, la negación del propio ser. Impartiendo soberanía en su evolución, no para desarrollarse sana y naturalmente sino para restringirla sin explicación aparente del porqué de esta ocurrencia.


Un cantante de ópera obedece a los parámetros preestablecidos de acuerdo al ambiente que lo rodea, si no concuerda con su inclinación musical, perderá posibilidades de desarrollo in situ y deberá, obligatoriamente, si quiere seguir perteneciendo fiel a sus principios, expatriarse para lograr su cometido.

Es una de las tantas cautividades, que sufre el ser humano; que avanza sin piedad demoliendo origen cultural.

El arte, como ejemplo, desvalorizado hasta decir basta, ha sobrepasado inagotablemente al número de artistas y aficionados que para poder sobrevivir y hacer lo que les gusta, toman a la burocracia, sutilmente, como puente. Hasta lograr su cometido. Sin juzgar la relación que se genera entre la burocracia en todos sus ámbitos y el ser que se ve opacado en cierta forma por esta imagen.

La proyección soñada en estos casos no concuerda con la impuesta y axiomática con la que se convive a diario.

Se tiende a negociar. Tal vez esta relación “querer ser - tener que ser”, funcionen como nexo hasta empalmar parcialmente con el orden burocrático. Sorteando barreras, aguantando la respiración bajo las aguas contaminadas, compartiendo espacios con mentes frívolas y exiliadas pasionalmente; hasta llegar al idilio alguna vez soñado.

Si no logramos ser lo queremos ser, llega a despertar la barbarie dormida en las profundidades y en lo más oscuro aflora ante este acontecimiento. Lucha contra éste en vano en ciertas ocasiones.

Se generan las revelaciones. Principalmente cuando somos jóvenes, tendemos a luchar contra el sistema y abolir todas normas y reglas habidas y por haber. A temprana edad entendemos cómo funciona la vida en ese aspecto y a lo que hay que resignarnos, en cierto modo.

Nos acicalamos las cabezas, nos vestimos de negro, abucheamos el modus operandi del común denominador social, sabiendo aún que va a ganarnos. Hasta que la realidad nos encuentra. Y la burocracia es tan grande que pasamos a ser un pequeño e insignificante ser.

Se diversifican las luces artificiales de la aurora y el sueño blanco queda en la juventud; y propone el desafío más grande, saber quién logra sostener con sus pies su monumento.

Las bandas de rock, sometidas a brebajes melódicos innecesarios, pero necesarios para ser distribuidos por las masas; bifurcan la actividad original de la banda. Los confunde, los vuelve austeros y pecaminosos del arte. No desde mi parecer sino desde su ideología e inclinación musical.

El desarraigo. Este mismo genera una vuelta al mismo lugar del que nunca se partió. Quien abandona el país en búsqueda del paraíso soñado, se topa en destino con diferentes horarios y costumbres, pero cubiertos bajo el mismo cielo; con el tiempo retornan con el bolso llenos de otras burocracidades.

Se produce un desorden gesticular cuando se conoce a fondo esta clase de supervivencia explícita y puntual.

Bonaparte dijo: “Si no puedes contra ellos únete a ellos y luego véncelos”. Una buena manera de hacer una especie de uso por uso. El puente del que hablábamos. En esta frase un tanto expositiva deja al descubierto el accionar de muchos que han logrado su fin a “costa” de la burocracia. De aquí la frase de todos los tiempos de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.

En algún momento llegamos al fin de la cuestión y los medios por el cual lo logramos, generalmente no son nombrados. Se llegó y eso es lo que importa o lo que se registra. Pero nadie, o pocos, preguntan cómo se logró. Y si en esa respuesta se encuentra la burocracia, no cabe la menor duda, de que aún disfrazada se encuentre inmiscuida en nuestros asuntos.

Forma parte de nuestro vivir cotidiano, nos ajustamos a las vicisitudes que nos impone el sistema, pero nuestra lucha interna en oponernos sigue intacta.

La restricción del ser frustra en muchas ocasiones la continuidad de un proyecto. Lo vuelve desalentador e imposible de alcanzar. El amor por lo que queremos ser se desvanece y pierde validez para nosotros mismo. Terminamos analizando el entorno y se vuelven frágiles nuestras propias decisiones.

sábado, 27 de marzo de 2010

Y Yo

Se desplomó el balcón de la calle Echagüe la madrugada del 17 de marzo
y yo justo pasaba por la vereda de enfrente.
Volvía, recuerdo, de haber pasado toda la noche en un bar bebiendo café.
Dibujando sobre los individuales de papel con crayon
que ornamentaba cada mesa del antaño bar.
Y yo que no sé dibujar me encontró la noche garabateando mi vida.
Y yo que no sabía ir a ese bar sin vos,
volví para dejarte.

lunes, 25 de enero de 2010

Sin Espacios en Blanco

Contame tu historia
la mía es demasiado larga.
De todas las voces que susurran a mi alrededor,
decime qué es lo que dicen,
decime quién tiene la razón.
Al atardecer los colores del ocaso
se llevan un año de mi vida,
y detrás mio el camino se fue borrando.
Parece ser que la lluvia de ayer
se llevó tu sombra.
Sé que existes
pero ya no puedo recordarte.
No me han quedado espacios sin hacerlo.
Busco un asiento
pero el pasto es mejor.
Y espero. Como esperé siempre.
Y al fin nadie llega, nada llega.
Mientras veo cómo las estrellas se encienden en el mismo cielo,
mi voz se arruga para llorar.